martes, abril 12, 2005

Odio el día de San Valentín

Por que los globos en forma de corazón se apoderan de las calles. Y yo le tengo miedo a los globos y a los payasos.

Por que los besos deberían ser medianamente privados. Y el catorce de febrero estos se vuelven un acto público y casi obligatorio. Casi tanto como el regalar flores, que no es más que un cliché. Y los cichés son insufribles cuando todos lo hacen al mismo tiempo. Está también aquello de la música romántica, que más bien, me parece deprimente y tonta.

Odio San Valentín, por que por un día, Ricardo Arjona y Alberto Plaza se ponen de moda. Y no hay nada peor que las modas efímeras.

Detesto que el no tener enamorada un día al año, te descalifique par pasar un San Valentín digno. Y que los noticieros siempre tengan un enlace vía microondas desde el parque del amor. Pienso que no hay justicia en aquello del día del amor. Por que, por ejemplo, amo a mi mamá, y se vería bastante mal que ande por ahí, un catorce de febrero, con mi madre de la mano.

Hagamos un recuento. Insufrible música romántica, inmensos globos rojos que sirven solo para identificar a una pareja feliz. Parques, cafeterías y restorantes repletos de parejitas jurándose amor. Todo lo que uno detesta.

Pero eso no es lo peor. Lo más terrible es, en todo caso, el tener que hacer cada cosa nombrada y odiada, para complacer a la enamorada de turno. Porque uno que quiere en serio a su novia, no puede estar sin ganas de salir un catorce de febrero. No. Uno tiene que aparecer en la casa de la chica, con una sonrisa de choclo, saludar a la familia de ella y ser blanco de todo tipo de bromas romanticonas. Luego se debe salir. A donde sea, pero lejos de casa. Se la tiene que invitar a un buen sitio, darle la flor correspondiente y la tarjetita que lleva adentro todo tipo de palabras que confirman que hoy, y justo hoy, la quieres mucho más que ayer.

Sigamos. Uno debe soplarse una hora de espera para sentarse en una bendita mesa (pedir que uno haga reservación es, a mi entender, demasiado), aguantar la música terrible que se suele poner en esos sitios ese día. Pero ahí no acaba. Un día antes uno debe planificar como demonios se va pasar la noche entera hablando de lo linda que ella está, de lo feliz que es recordar como fue que se conocieron y se enamoraron, y otras típicas cursilerías que no se deben omitir por tradición, por que sino se enoja. Y ay de ti si ella se enoja contigo el mismísimo día de San Valentín. Eso si que no te lo va perdonar así de fácil.

Odio ver en la televisión los ridículos concurso del beso más largo. O escuchar historias de amor que lo único que me producen es sueño. Odio las películas que pasan todo el día, por que Meg Ryan está, de repente, en todos lados.

Y a mí también me odio cada catorce de febrero. Por que si estoy con enamorada, en contra de lo que digo líneas arriba, me vuelvo un ser romanticón, cursi y predecible, y yo me jacto siempre de ser impredecible.

Si, en cambio, no tengo a nadie a quien regalarle una rosa, busco, con semanas de anticipación, una posible cita, para que así pueda ser romaticón y cursi, con todas las de la ley. Nunca me liga. Así que normalmente paso "el día del amor" en mi casa, viendo como Meg Ryan se ve lindísima en la pantalla de mi televisor, y pensando en cuanto me gustaría estar en la mesa en el restorán fichón al que iría si tuviera a la chica adecuada a mi lado. Entonces me deprimo un poquito. Y odio deprimirme.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No hay nada mas vergonzoso que caminar por miraflores con una florcita ...nos quedamos en casa e dicho¡ ( San Adali )

Anónimo dijo...

Tienes razón bro, además todo ese día está carísimo y repleto
Aguante software libre!

emimx dijo...

Este mundo es una mentira.

Anónimo dijo...

Verdad verdadera, este día es puro márquetin