miércoles, enero 05, 2005

Para gustos...y colores

28 de agosto del 2003. Mediodía. Salomón Lerner, presidente de la Comisión de Verdad y la Reconciliación (CVR), presenta el informe final luego de dos años de investigación y la recopilación de miles de testimonios, en doce tomos y siete anexos.

El dato que enciende la atención a primera vista es uno. Los veinte años de lucha contra el terrorismo trajeron un saldo de 69 mil 280 perdidas humanas. Alrededor de 44 mil muertes más de las estimadas antes de la presentación del informe. Así de fácil. Aparecieron, de la noche a la mañana, 44 mil muertos. O desaparecieron 44 mil personas que, a fin de cuentas, es casi lo mismo.

El escándalo duró poco menos de una semana. Luego, los temas en carpeta sería la responsabilidad que la comisión le daba a los gobiernos que estuvieron en el poder en las últimas dos décadas.

Así que los 44 mil muertos, pasaron a ser, otra vez, de un día par otro, una simple estadística que reflejaba la magnitud del terror que perpetraron grupos terroristas. Estadísticas que debajo esconden nombres y apellidos, familias e historias propias. Miles de historias.

Otro dato que desató sorpresa, de nuevo solo pocos días, fue la revelación de que poco menos de la mitad de las muertes que ocasionó la época del terror, tuvo como culpables a los mismos militares que luchaban contra el terrorismo.

Costo social, exclamaron entonces los responsables. El título de "asesinados" o "muertos" fue estratégicamente desplazado por el de "bajas del terrorismo". Mártires, sacrificados por la consolidación de la paz. Eso dijeron. Y la opinión pública pareció creer todo esta suerte de eufemismos plantados convenientemente, para la lavada de manos de unos cuantos. El tema terminó por formar un simple recordatorio de este triste y "olvidable" capítulo de nuestra historia.

Y es que la muerte pareciera no ser un tema tan relevante en el Perú. Al menos no, si las "bajas" corresponden, en un 75%, a personas quechuahablantes, lejanas de la realidad de Lima, aquella que pareciera es la única capaz de sensibilizar a los líderes de opinión, a los medios de comunicación y, por reacción en cadena, a la sociedad.
En cambió si, el secuestro de un adolescente de clase media –solo cuatro días después de la presentación del informe final de la CVR– por más de 39 días, puede quebrar las fibras más sensibles de la sociedad limeña. En una prueba de que el Perú puede unirse, como lo hace cada vez que selección de fútbol juega, Luis Guillermo Ausejo se convirtió, en sus días de reclusión, en una razón para solidarizarse. Porque a cualquiera le puede pasar. Porque uno es hijo, o es madre o padre y piensa, ruega, que jamás Dios le brinde una agonía como ésta. Así que la reacción no se hizo esperar, y días después del 1 de setiembre del 2003, el que no exhibía un lazo amarillo de solidaridad en la solapa del saco, era a secas, un insensible.

El pueblo se unió. Como en el poema "Masa" de Cesar Vallejo, miles alzaron la voz en un pedido, en un ruego común. ¡Liberen a Luis Guillermo! Y mes y medio luego del día del secuestro, el joven, todavía asustado pero feliz de estar libre, ya posaba para los flash de medio Perú. Incluso "El Comercio" presentó en su edición del 31 de diciembre, Una foto inmensa de Luis Guillermo el día de su liberación, como tema del año.
Los 69 mil muertos jamás serán tema de portada. Luis Guillermo les ganó.

Y así. Los temas de interés público, están directamente en proporción con respecto a que tanto lleguen a sensibilizar a los estratos más cultos de nuestra sociedad.

El machismo arraigado que se halla inserto en la sociedad peruana, ya hace tiempo no es tema en carpeta. Pareciera que bastó con un Ministerio de la mujer para menguar el ímpetu con el que algunos luchaban contra esta discriminación sexual.

Los homosexuales siguen siendo flagelados por declaraciones del cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, que parecieran estar sacada de los discursos más ortodoxos de los religiosos en tiempos de la inquisición.
La clase política en el Perú sigue siendo mayoritariamente de raza blanca, cuando es sabido que estando en un país tan plurirracial, estos pocos no representan a un país con distintas realidades.

El color de la tez sigue siendo documento de identidad para el acceso a ciertos lugares "exclusivos", y el termino "buena presencia", al igual que el currículo con foto son solo muestras de las diferenciaciones en las que incurre el sistema a la hora de organizarse.

Seguimos, pues, inmersos en una sociedad que no solo admite, sino que alienta y propicia tratos desiguales. Ya sea por la cultura, nivel social o económico, raza, procedencia, género u opción sexual, el Perú, inexplicablemente, y en una clara y lamentable influencia de occidente desarrollado, se ha vuelto un país que discrimina sin darse cuenta, o lo que es peor, un país donde la discriminación es una actitud tan arraigada y establecida, que simplemente se toma como regla, por tanto se acepta y practica.

Mariano Querol, renombrado psiquiatra del medio, parece deber más su fama al secuestro del que fue protagonista en los noventa, que al de su éxito como profesional. Evento que significó lo que en el año pasado la reclusión de Luis Guillermo. Todo un golpe a la libertad. Un hecho terrible contra un profesional y un caballero a carta cabal. Mientras que en los olvidados Huancavelica y Ayacucho se mataban pobladores a diestra y siniestra, sin siquiera el preámbulo del secuestro. Los mataban y ya. A llorar al río, pero un ratito nomás, que no hay tiempo para el luto y toda la parafernalia post mortem.

La opinión pública se rasga y araña las vestiduras en nombre de los deudos de Utopía. Titulares en los periódicos y entrevistas. Pero de los deudos de Mesa Redonda ya casi no se sabe nada.

Pareciera que la discriminación y el racismo son solo condenados y rechazados como pestilentes cuando le pertenecen a un hecho particular. Tiemble aquel que ponga en un anuncio que solicita trabajadores de "tez blanca". Cuidado con pedir como requisito para entrar a un centro educativo el certificado médico de virginidad. Porque los medios te pondrán la cruz y no descansarán hasta tumbarte.

Pero la discriminación que perjudica más, no es aquella que unos cuantos manifiestan exagerada y flagrantemente. La feo, lo malo y lo difícil es esa discriminación social, en grupo. Aquella que uno asume como parte de la realidad. Como parte de un sistema. Y entonces uno no peca si profesa su homofóbia, si segrega de su grupo social a los que no tienen el color, el dinero o la familia correspondiente, o si despectivamente, cholea y negrea a diestra y siniestra y sin desparpajo. El hecho es uno. Hay una discriminación inserta, de tal manera en nuestra sociedad, que no es considerada discriminación, sino simplemente una consecuencia de las diferencias en el país. Diferencias, que, para todos, tienen escalas y jerarquías. Así, lo blanco es más que lo negro y lo cholo, y el ingles, obviamente más que el quechua.

Así estamos. Viviendo y formando una realidad que, en serio, no nos corresponde. Conformamos una sociedad, que paulatinamente, ha hecho de lo enajenado y lo alienado, su sello inconfundible. Nuestra mayor identidad es, paradójicamente, lo parecidos que somos a los demás.
Pero esto no es reciente. Esta suerte de discriminación moderna, colectiva y mediática viene desde antes. Es pues, menester de la propia sociedad, de los medios y de aquellos que de una u otra manera tienen influencia en el comportamiento de la masa, el terminar con esto.

Miraflores esté realizando una campaña contra el ruido. Los protagonistas de las fotos de la campaña son niños que entre mueca y mueca te motivan a parar la contaminación. Todos son blanquitos y rubios. Niños miraflorinos, que les dicen. Seguramente que se hizo un casting. Seguro que hubo una cola inmensa de niños, todos tomados de la mano de mamá. Seguramente todos blanquitos y rubiecitos. Todos esperando ser los más blanquitos y rubiecitos, porque al fin y al cabo, los más bonitos son los elegidos.

Y es que pareciera que seguimos una perspectiva bastante norteamericana. El pelo rubio sigue vendiendo, atrayendo miradas y costando más que los rulos oscuros. Las discotecas de moda se jactan de solo tener un “tipo” de gente. La más chick, la más regia y linda.

Y es que pareciera que somos cualquier cosa menos una sociedad y hacemos, en reemplazo, extrañas hordas que se que deben sus miembros al color de la piel, la procedencia demográfica o familiar, la opción sexual o el poder adquisitivo.

Un país no mejora sin unión. Eso está claro. Y la única manera de que grupos tan distintos confluyan en una verdadera sociedad, es eliminando los prejuicios. Aquellos que lucen imperceptibles, pero que en realidad son los más profundos.

La frase, tan manoseada y maqueteada de “en el Perú, el que no tiene de inga, tiene de mandinga”, una vez más, adquiere vigencia cuando se habla de este tema. Dentro de un contexto como el peruano, es, por decirlo menos, ridículo tener jerarquías a partir de conceptos como el color, la religión o el nivel social.

La propuesta está hecha. Abrir un poquito la mente. Tan solo un poco, para descubrir lo presos y encadenados que estamos de nuestros propios “criterios de selección”, de nuestros propios prejuicios. Ya fue bastante de discriminación, del trato diferente por estúpidos criterios. Comencemos a aceptarnos todos. Atrevámonos de escapar de nuestra impermeable burbuja, y conozcamos un poquito el mundo. Porque el mundo lo hacen las personas. De todititos los colores.




1 comentarios:

cesar ortiz anderson dijo...

Como el creador de la campaña del lazo amarillo contra el secuestro del joven luis guillermo ausejo, quiero recordar que este 10 de octubre se cumplieron 5 años y que desde ese evento no ha ocurrido otro secuestro a un escolar con esas caracteristicas, sin duda hoy los ciudadanos contamos con una valiosa herramienta de solidaridad para hacer frente si fuera el caso, contra ese flagelo que son los secuestros. www.segured.com